diciembre 21, 2011

La silla que ocupo

La silla que ocupo rebusca el centro,
la luz de la mirada empedernida,
lo corporal y lo etéreo en reencuentro,
meditando en la esquina más jodida.

De sus patas nace un musgo reciente
mezclado con sangre hervida en la hoguera,
con sales y mares condescendientes
de la ola que sólo el vaivén espera.

Y vengo aquí, a sentarme dolorido,
a sentirme entre los escombros vivo,
a drenarme los dedos forajidos
de faroles de rayos abrasivos,
a fuerza de esa mañana rompiendo
mi piel entre el vaho que muere en mi boca
y la sombra que llevo por atuendo,
al rebosar mis zapatos de rocas.

Del respaldo emana un manso crujido,
como el de huesos blancos triturados
bajo las fauces del lobo temido,
como el del cirio de noche apagado.

Y también luce vieja, amoratada,
un poco triste y casi siempre huraña
al verse ante el albor enajenada
como mi alma, envuelta en licor de caña.

1 comentario:

Marilyn Recio dijo...

Un placer visitarte y leerte. He pasado un rato ameno.
Preciosa poesia!! Regreso pronto!




Merry Kisimusi!!