septiembre 29, 2014

Los poetas no importan demasiado

No hay más que una corona
de flores otrora amarillas
y el escupitajo de una noche
empecinada en irse clonando
fiera y desmedidamente
como el eco de una voz
reptando en las paredes
estériles y cristalinas
de una botella vacía de ron.

Me quedo con mis muertos
destornillando un padrenuestro
bajo la lápida sin epitafio
en la que justamente estoy
charlando con larvas y pupas
sobre la vida
y un poco también
del desencanto.

Pero ya es lunes
envuelto en madrugada
y apenas van saliendo
embriagadas y sonrientes
las más tristes putas
del bar de la esquina
buscándose entre las piernas
un sueño con blancos corceles.

¿Qué saben ellas de dios
y qué poco sabe él de ellas
lubricando miles de falos
que precisan el estertóreo blanco
para olvidar su corona
de flores marchitas y amarillas?

El cielo jamás será
un lugar lindo
para las putas
ni mucho menos
para los borrachos.

Los poetas no importan demasiado
cuando elucubran la letra
y se desviven sin saber
que un beso es el mejor epitafio.

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