septiembre 11, 2014

Ecos

Como una extraña diablura
recien hecha, tras mis pasos
viene y después se va el eco
se pierde entre las colinas
donde la voz cansada duerme
y cuando le olvido, vuelve
pero ya no es mi voz siquiera
ni el taladrar de mi pecho
es un monstruo regurgitado
de la traquea de una quimera.

Me asusto entonces, ciertamente
y sin poder ver más, me bebo
la noche tratando de olvidar
la réplica de pobredumbre
reflejada audible en el espejo.

Un tintinear de campanas
me azota cruel esta noche el alma.

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