febrero 27, 2014

Credo

Tuvimos que creer en algo
y así a quemarropa lo hicimos
-aunque no por mucho tiempo-
y decidimos creer en un dios
que se vió devorado por el pecado
acumulado de febriles sentimientos
que sólo espera por la luz del sol.

Ahora que dios ha muerto y que los días
reposan a los pies de un terrible manzano
que a mitad de la muerte se dice sano
no nos queda nada sino la verdad y la vida.

Tuvimos que creer y en la creencia
que nos hubo cercenado la boca y el pecho
no encontramos cosa mayor que la ausencia
y la inconveniencia de largarse cual derecho.

Hasta siempre, hasta nunca,
y nada he de saber embriagado de cierto
si la noche me abandona en el desierto
y este verso me apunta directo a la nuca.

1 comentario:

Ío dijo...


Pudiera decir Amén pero no, prefiero no decir nada porque qué puedo decir.
Gracias, Gabriel.
Y un abrazo, siempre.

m.