enero 16, 2013

No hay nada personal

"Y ahí, sentado en la misma silla, tomando respiros que de noche saben a ron y a tabaco, tratando de explicar con signos el ovillo que ha parado entre el presente y el pasado, aquella cosa como masa deforme que viene y se posa entre los ojos, cual nebulosa cantando con voz de sirena un estribillo febril y eterno, que pregona a quemarropa que la misma nada es el todo, y que ese mismo todo, resulta en tales condiciones inexplicable..."


No hay nada personal en mí, 
mis sueños son figurillas 
sujetas al viento que sin quererlo 
atrapé alguna vez llegando 
puntualmente el alba;
son las astillas humeantes 
recopiladas de alguna hoguera 
ahora extinta, el idealismo 
resucitado sin motivo 
en el pensar de los que yacen 
serenos bajo la tumba. 

Y del mundo soy sombra,
mendicidad y dedos cruentos
pidiendo un pedazo de pan,
una copa de dulce vino
para hallarme nocturnamente
huraño y también, lo sé, 
un poco moribundo.

Por que conozco el corazón
de la ola desecho entre las rocas,
el crujir de la lágrima cobarde
que estalla vuelta cristales
dentro de la mirada radiante
que con brío la estoca, 
por que soy la impersonal
persona que viste un traje
a pesar de ser mendicante.

No hay nada personal en mí, 
tu muerte y la mía van de la mano
y en cada bar beben un trago
de cianuro mezclado con alquitrán,
algunas veces se regalan un abrazo
hasta que se saben estatuas de sal
y entre sus propias paredes se rompen
haciendo mutis del perenne arrebato, 
donde el pecho encuentra el fango
y por millares, afilados alfileres
prendidos al símil de un cielo raso.

Y del mundo eres chubasco,
el crujir de la hojarasca a cada paso
en el que desnudos pies vibran y bailan,
una feliz calamidad posada cual mariposa
en el botón de una flor que no pudo ser,
un bello atentado contra todos los mares
con hambre de naufragio y mansedad.

Por que conoces del estertor
el último grito desbocado y perdido, 
la ronda fúnebre de aquel gato
que ha caído mil veces del tejado
en su intento de arañar a la Luna
con su maullar triste y empedernido,
por que eres el canto de las aves
que antes de estrellarse en mi ventana
vinieron a mirarme al vendaval prendido.

No hay nada personal en mí, 
todo aquello que diga de más
en mi contra será usado como verdad
y blanco nido de perdices y palomas,
en un tiempo y en una hora cualquiera
donde el propio demonio sea deidad
y un latir en los anémicos huesos,
un arresto en este infierno que te nombra
en los fieros adentros encalados
donde el vicio y la pasión descansan
bajo el ciprés enjuto que me da sombra.
 


1 comentario:

Ío dijo...

Muchas veces no sé qué decirte después de leer, ¿puede ser el silencio mi mejor comentario?
Gracias por tanto, por tanto poema hermoso y profundo de ti.
El abrazo, una sonrisa, también.

Ío