enero 13, 2013

A mi hijo

¿Qué tienes? -me pregunta.
Nada - a secas respondo.
No te preocupes, eres un buen papá...

 


Y en la maraña anochecida
de aquello llamado vida,
recorro con el pecho por delante
el filo de los cristales rotos,
la humareda cual talante
desde el ayer en cigoto,
en esa necedad de los grises
que se amontona de lombrices.

Y continuamente me pierdo
en el espesor de la nada,
entre los vicios adquiridos
en la silente hondonada.

Pero ya después, tu mano
en la mía me saca del letargo,
del estertor en plena sima
y es tu voz, la que detiene
a toda costa este "me largo".

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