enero 28, 2013

A estas horas, lo sé

Justo un par de calles
antes de llegar a casa,
a aquel tacaño taxista
se le poncha una llanta.

La radio resuena un Pearl Jam
en sus más remotos tiempos
y después de un par de tragos
me siento vivo y macilento,
entremezclando flores y cruces
en las que sin más me divierto
con la consigna de caer de bruces.

Y nada me importa
si es la noche la que reina
entre los álamos grises,
si es que ellos le dan sombra
a los sueños de un antaño
de felices perdices.

Acariciarme desde tu Luna,
desde tus montes más desiertos,
desde tu lengua y tus dedos,
en esa lejanía en la que yace
el olvido de la pasión patentada
entre pudorosos salves y credos.

Hoy te pensé más que ayer
y en cambio no llovió tristeza,
ni esta melancolía de la cabeza
hecha trizas sujeta al perecer
de todos aquellos nublados días,
en los que se avistaba tu ser.

Si te espero esta noche de diablos
inveteradamente sedientos de cura,
sólo espero que veas en mis ojos locura
y esta necesidad de desbocar los relojes
un segundo en el que tu abrazo sincero,
elucubre de lleno el abismo de soles
en los que me relamas entre labios.

Y sin embargo, a estas horas lo sé,
soy el imbécil dentro del neceser
que escribe contra sí
su oscuridad y sus agravios.

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