mayo 11, 2011

No preciso que amanezca

Traigo en mi cuaderno seis besos
perfumados de salvia y alquitrán,
de licores caña y malta,
una pluma que no pinta sino verdad,
dos poemas que no alcanzan
tus ojos, un hormiguero de letras,
que al frío del papel se enganchan
por doquier,
marchitas,
necesitadas,
sombrías.

Traigo en él, la boca bajo mis mangas
el palpitar de la noche vuelto páginas
sin hallar ese sol que un día dibujé
tratando de entrar, de calentar el alma,
ese sol que te descubre del sueño,
inocentemente en su abrazo, bello
cuando yo apenas duermo
deshilachado por la noche,
desentrañado de la razón.

Y sin embargo,
entre tanto verso
no preciso
que amanezca.


3 comentarios:

perfecto herrera ramos dijo...

Esos es la creatividad, amigo. Engancha. Es un fuego que corroe. ¿Para qué la mañana, cuando la creación nos espera?

Un abrazo.

Coeli L. dijo...

La noche, el silencio sordo en la muerte de cada día, así... siempre igual, siempre distinto.

Tus versos en papel y el amanecer...

Bello y callado.

Un abrazo desde otra luna

Ío dijo...

Tus letras no están marchitas, me gusta que sean sombrías, dentro está la luz que puedan necesitar.
"Cuando yo apenas duermo...", "ese sol que te descubre del sueño....", y tú y la razón.
Y sin embargo no precisas que amanezca; son muy hermosos estos últimos versos, todos lo son, tu boca habla en ellos.
No sé qué más puedo decir; que me ha gustado mucho, pero lo sabes
Un abrazo, Gabriel


Ío


Yo entre los míos, tampoco.