octubre 20, 2012

Solía ser

Solía disfrutar de la poesía
en esas noches turbias
en las que se estancaba
el calendario en enero;
bebía, y mi llanto vuelto tinta
clamaba por volver al tintero,
por elucubrar lo vivido
aunque la vida hubiera muerto,
por desenmarañar el latido
prendido bajo el vientre
irremediablemente cierto.

Siempre fui un tipo callado
que sin embargo sonreía
ante las luces del levante,
un solitario caminante
entre la lluvia y las sombras
por las nubes carcomidas,
un soplo de mar cabizbajo
dentro de una caracola rota.

Y fue mi boca portadora de verdad
y de banderas con tibias y una calavera,
fue aquel espejo sin espejismo
del que la gente sin más huía
cuando en él, no hacían
más que encontrarse a sí mismos
perdidos entre su propia realidad.

Solía también, asirme de la mano
de un par de acordes en franca melodía
de mi empolvada guitarra,
recorrer los parajes por donde alumbra
la Luna a pesar de estar parado
bajo un techo haciendo cofradía
con la ausencia vuelta un fiero tejado.

Y embadurné mis sueños de un barro
que la lluvia no adelgaza ni lava,
del tintinear de una mano esclava
que busca y rebusca en los bolsillos
aquella plata que ha de dañarme
más que en los labios mi eterno cigarro.

Siempre fui el imbécil de ojos pardos
que cercenaba su tenue bramido
ante el candor de una fría bombilla,
aquel que aún con padre se sintió bastardo
de glorias y guirnaldas, de soles concebidos,
con la cruz de la resaca como astillas
lacerando sin temor alguno al pecho,
como el poeta que ha de dejar el alma
entre papeles blancos y su letra en calma
transparente, a pesar de estar deshecho.
 
Y aún sin conocerte me has dolido
o quizás será que  me has causado miedo,
un escozor en aquel bajo vientre
sin lujuria, donde crece el siempre
de la carencia entre la mano y los dedos,
cuando la hoguera ha perdido
la madera en que arde crujiendo quedo.

Solía ser aquel tipo que en su tristeza
encontraba al demonio vestido de muchacha,
ese incivil faquir de alas laceradas
recontando en su costado las hachas
que terminaron por anidar en su cabeza
como una lujuria desangelada.

Siempre fui aquella boca de río,
una ola estancada entre tenues marismas
recorriendo las rocas y la fina arena,
un temblor a oscuras, un ardiente escalofrío,
un par de besos caducos en la alacena.
 
Y no he de abrazarme a la mentira
cuando digo que fui un rapaz soñador
-como tantos otros que ya han muerto-,
por que no ha de quedarme más remedio
que ese pasado en el que me repliego y soy
mi propio sueño, perdidamente enamorado
de aquel que hube de ser,
ante el umbral desmesurado
donde las sombras sin más bailan
aquel penoso vals del perecer.

Por que he de ser un alcohólico
que intenta versar a toda costa el mundo,
un resucitador de cruentos pasados,
un eterno catador del cáncer del tabaco,
un elucubrador del presente inmundo
que ha de sufrir cuando me escuchas
y en mis palabras te quedas pensando.

Solía ser como tú
en aquellos tiempos
donde la Luna
pensé azul.

Para Paulina,
que según me ha dicho
estudia filosofía,
y me ha dejado ver
que entre su pensar y
su latido se encuentra
un mar enreverado.

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