noviembre 16, 2011

Entre dos mitades

Es mi vaso casi vacío, mi cielo
oscurecido, mi tabaco ardiendo
en el cenicero, mi letra en celo,
mis gusanos que me van carcomiendo,
mi comunión con la Muerte, mi pasión
que no deja ni ha de dejarme nada,
mis feroces demonios en procesión
sujetos a mis luces apagadas,
mi tinta negra, mi caligrafía
más precisa, mi sangre derramada
ante la Luna que llega tardía,
mis ojos pardos en cruel hondonada
que buscan y buscan perdidas glorias
entre las tumbas que yacen sin flores;
mi poesía siendo cruel e irrisoria,
mi aliento extasiado en dulces licores.

Es mi deber, tan anclado a la noche
cuando no soy seguidor de la estrella
que más brilla, mi razón sin derroche
de rotunda certeza haciendo mella
en mi cabeza, mi latido a salvo
de la etiqueta que ha de poner precio
al espíritu que no ha nacido albo
entre las fauces de este animal recio,
de este buitre gigante tan ávido
que se enardece devorando pechos
y sueños tenues -jamás ingrávidos-,
que se enaltece ante el hombre deshecho
que vacila asomado al precipicio,
tentado a la promesa del reflejo
sugiriendo el final del sacrificio
entre el verde que engaña al ser bermejo.

Es mi canto resonando sin eco
en las paredes de la noche lenta,
mi guitarra, mis acordes, mis huecos,
mi sombra esperando la luz sedienta,
mi despertar odiando las mañanas
si la resaca ha de volverme presa
macilenta, mis flechas de obsidiana
sin filo, mis lágrimas siempre espesas
que no han de estallar contra el pavimento,
mi melancolía tallada a mano,
mis pies tan atados al sentimiento
que me condenan a este ser malsano
envuelto en flores marchitas, mi vicio
elucubrado en crueles soledades,
mi pensar huyendo por un resquicio
de vida, perdida entre dos mitades.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

En dos en lo que es y lo que sería sin tan solo te animaras.
Super beso Gabriel.

Elena dijo...

Impresionante.
Sin más.
Impresionante.