inevitablemente, se necesita un alma de fakir,
la conciencia de poder terminar siendo
un erudito vagabundo
o un maldito y cruel proxeneta,
tal vez, un esperanzador del eterno latir
del cinismo mientras lo va consumiendo
mientras la belleza se extingue en el mundo.
Yo no entiendo mucho de mí,
ahora mismo me sé vivo
sin saber el cómo
pero algunas veces río febril
y entre mi pecho y mi mente escribo
sin posibilidad de negar que soy un loco.
Soy la sombra en la pared a oscuras
el retrato tomado hace veinte años
el recuerdo guardado en un cajón
y la apología de un ser viciado sin cura;
soy un poco el bien y todo el daño provocado
y soy un amante y de la vida un armonizador.
Algunas veces creo que mi misión en la vida
es la de poner orden en la vida de los demás
mientras a mi me lleva el carajo
algunas veces creo que por ella en la bebida,
me refugio, por comprender mi propio mal
sin tener a la mano un fraternal abrazo.
Y ahora entiendo
el por qué se extinguen los poetas.
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