julio 19, 2016

Casi siempre es de noche

Casi siempre es de noche
cuando la gracia de un tajo muere
cuando aquella pizca de grandeza
pide juntando ambas manos piedad
o un tiro certero y cálido en la cabeza
si se respira a deshoras un viento leve
soplado desde las fauces de la soledad.

Suelo morir a solas y lentamente
por esta imposibilidad tan mía
metida entre mis ganas de matar
y esta pose diurna de gente de bien.

Pero de noche preciso genios
profanadores de las terribles tumbas
de aquello que resulta invisible y bello
preciso verme expuesto en mi cruz
como un rayo de luz frente a la turba
que me manda flores al cementerio.

Y es cierto que muy a menudo muero
y es aún más cierto que mi muerte
será la cereza más dulce de un pastel
y un seno cálido abundante de leche
pero ahora preciso genios conmigo
fuegos fatuos sulfurando un réquiem
situado entre lo ganado y lo perdido.

Pero es de noche y huelo mis manos
aspiro de ellas el bien y el mítico mal
y ya después tomo a conciencia un trago
que pide por mí en su terrible oración
y me fumo mis carencias más latentes
entre mi necedad y la aspereza del tabaco.

Preciso genios humildes ya muertos
y la grandeza de los hombres ya ciegos
por haber criado tantos y tantos cuervos
preciso ser un bien malsano en el cuento
que me han contado de la vida
mientras me ensancho con mi bebida.

Tengo una pizca de gracia moribunda
por el juicio cruel de mi propia entereza
a flor de piel las ganas meditabundas
y esta sapiencia de no tener grandeza.

Preciso genios tambaleantes a estas horas
preciso ser vil como la voz de caracolas
y preciso ser más
que una ola tímida de la mar.

Lo malo de morir así
es hacerlo de a poquito
plasmado en una hoja gris
sin genios bebiendo conmigo.

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