Cae un fuego con tinte de estrellas
cuando la muerte se limpia la boca
y mi funesto pasado baila penoso
un tango entre el amor y las rocas.
Yo, pesaroso compito con la sombra
que abdica ante la luz del alba.
Por que siempre es otoño para mí
y ni retoño ni mansamente muero
del todo andado gris y cabizbajo
buscando en la letra razón y fuero.
Yo, el cuidador de vaivenes y sofismas
nacidos bajo la mar en calma.
Cae la mar sobre mis cansinos ojos
que desesperados buscan el faro
y un puerto para encallar la alegría
que en mi pecho ahuyenta al desamparo.
Yo, el mísero asesino de mi mismo
me descubro poseedor de un alma.
Cae la noche y con ella mi pecho
cuando el silencio carmesí estalla
como fieros cristales estridentes
bajo los pies en plena batalla.
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