mayo 31, 2013

Retazos XVI

CLI

Que no te quede duda
de este terrible esqueleto
que camina día a día
anteponiendo el pecho.

Siempre di todo
aunque nada tuve,
y entre las manos
la verdad mantuve.
 
CLII

Te miro mientras duermes,
la calma de tu respiración
no se asemeja en nada
a los mares donde siempre
naufrago con el alma enlutada
de una espesa resignación.

CLIII

Lo poco que he aprendido
a decir, la sobriedad de mis gestos,
la esperanza que a pesar de todo
he de llevar encendida en los ojos,
el apetito que por meses se me va,
la falta de credo, mi felina necedad,
el sadismo de mirarme frente al espejo
cuando del pasado soy los restos.

Lo poco que me queda
me embriaga ante lo irrefutable
de la vida que otrora fue seda
y no concebí nunca rasgable.

CLIV

Ayer, después deambular
como perdido a mitad de la ruta
que a diario y sin más sigo,
me descubrí siendo el mismo
imbécil que pretende reencontrarte
entre un par de pechos desconocidos.

CLV

Tiro una piedra, y en bandada
vuelas las aves despavoridas
del empedrado de los días;
así mismo te lanzo un verso
del que sales huyendo prendida
a mi beso cual cosa prohibida.

CLVI

También yo guardo mis difuntos
en un armario empolvado y desierto,
guardo un beso a mitad de la boca,
una palmada en el hombro,
el abrazo de alguna colegiala
que de noche mi pecho estoca.

También me pesa esta distancia
de milímetros que en la cama vocifera
más que la soledad, la ausencia
en la que el mismo demonio desespera.

CLVII

A causa de estupidas manías
quise un lugar como artista,
volverme un vulgar y triste poeta
cuando más me convenía una escopeta.

Pero estar no es lo mismo
que quedarse siempre sujeto
al mísero verso del abismal autismo
con el pecho de vacío repleto.

Esta noche que me dueles
en los labios, son mis sabios
los que dictan nunca fieles
el andar hacia el enlabio.

CLVIII

Verbenas en caderas ajenas,
abrazos que terminan ciertos
entre una palpitante cadera
con puertos desiertos,
la timidezde un par de besos
que terminan rondando
la comisura de un cielo
por su diosa abandonado;
y este terrible verso.

Así se me van los días,
entre pechos ajenos
pretendiendo cofradías.

CLIX

Sin embargo me hacen daño
los siglos desperdigados
entre el vaivén de los años,
los tumbos en la ebriedad dados,
el llanto que nunca ha secado un paño.

El humo que acontece en mis fauces
después de besar el filtro del tabaco,
la vocación del más cruel feligrés
que escribe en el rincón de un tapanco.

Sin embargo lo que me mueve es el pecho,
a pesar de yacer entre mi verso deshecho.

CLX

Me muero de ganas amor
de ponerte las manos encima,
de cambiar mis simas por las cimas
entre los límites del estertor
que regurgita mejores climas.

Y ha de ser tu boca por la mitad partida
la que busque la mía siempre en cinta,
entre el despojo y las promesas perdidas
y un cielo dispuesto a una palabra distinta.

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