mayo 19, 2013

De noche III

Me he sentado a platicar a lengua suelta con las hojas del manzano de aquellos ensueños míos ya pasados, le he tirado el anzuelo a la sombra de su copa para que descanse a mi lado un rato. Hace tiempo que dejé de ser el mismo, me la ha dicho el espejo en un tono grisáceo y cansino por tantos segundos acumulados en el espacio que tibiamente hubo de doblegarlos. Y todo en ello es tan cierto como la cola del demonio o sus narices atizando suavemente en sus propios adentros, ese fuego que tanto quema y bajo la cama nunca alumbra. Por supuesto que es mi locura la que anda parturienta después de tantos años en cinta. O será todo ese cúmulo de espuma blanca y cristalina que se aferró a las paredes de la ausencia buscando entre la cal y los residuos seminales una charla protagonizada por un mudo, un eco ensordecedor de voces animales, un extraño vacío que tuviera un domingo cualquiera en su buzón correspondencia. Por supuesto que es también el nudo ciego que somete mi garganta y la escasez de esas orgásmicas noches que las Putas más dulces promueven cuando de su propia saliva y desesperanza se atragantan. Y yo casado con la pretensión indivisible de las letras que no saben más que en el pecho buscar la propia y más dura verdad, con la firme convicción de creerme poeta por que alguien un día de lluvia y espesa neblina así lo dijo, sin saber siquiera  que en mi delirio soy la nada recubriendo un cuerpo de plagado de humo y ceniza, un cuerpo recubriendo triste y soez amasijo, una costra desprendida de aquel dios invivible y lacerado que tanto sueña con un día de sol en el que las nubes no le pidan a las sombras volver. Se lo que duele la distancia arrebolando una pasión que jadea y grita y gime y hace alarde de aquel dolor que sólo sienten los que han nacido con el pecho en bancarrota y el palpitar deseoso bajo el vientre anacrónico y podrido. Se de aquella plusvalía que ahora mismo nada vale cuando aquella querencia entre el rodar de tanto vicio y tantas Lunas desgarbadas se ha visto tullida y a fuerza del más inclemente de los tiempos añejada.

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