junio 14, 2016

No me importa morir

Después de todo
estar podrido no es tan malo.

Algún encanto debe tener,
no lo se de cierto
por que aún no lo encontrado,
pero hay gente que mira
aún con respeto,
gente que me admira. ¿Qué me admira?

Tampoco lo se de cierto,
sin embargo
me da esta noche para pensar
en esos mares oscuros,
ansiosos de la luz de un alba
salida de los fantásticos cuentos,
en los que la felicidad
pone siempre el punto final
y la mesa puesta
para que cene el futuro.

Soy un cabrón
y un hombre de bien,
un poeta de los malos,
un bebedor
que ha sabido maridar su trago
con el fiero tabaco
y soy,
el futuro
de un raquítico presente también.

Me gana el corazón y no las tripas,
aunque algunas veces piense
que tenga ambas latiendo en mi cabeza,
me gana el verso echando brotes
sanguíneos en las manos,
me gana el verso
si lo creo oscuramente bello
sembrando margaritas
en el jardín de mis tristezas.

Yo tan sólo me defino
como un ganador
demasiado acostumbrado
a perder justo antes
de rozar la línea de meta
que sin embargo
sigue luchando,
por que nació
con vocación de soñador,
a pesar
del terreno cada vez más minado;
y no mi me importa perder un brazo
o una pierna
por que lo me late dentro de mí
es quien soy y es una pasión eterna.

Y entonces recurro al mezcal
como buen camarada del barrio
y no me cabe en la cabeza imaginar
cómo es que he obtenido
a estas alturas de mi vida
cierto respeto arrastrando el mar.

He sido y soy
el arrabal revestido de traje negro
y corbata con nudo sencillo
intentando ejemplificar los matices
de una vida llevada por doquier
con maquillaje desde el culo
hasta la punta de las narices;
he sido y soy
un triste estribillo
que canta y canta
acerca de un mejor después
mientras cabalga a Belcebú
agarrado de sus crines.

Dios no es necesario,
al menos no tanto,
cuando se tiene qué beber
y abundante tabaco;
y pienso entonces
en el hueco que he ido dejando crecer
dentro de mí,
totalmente ajeno a retóricas y métricas
que me han ido poco a poco
esbozando la sonrisa triste
del más mísero payaso
y del que escribe en calidad de loco.

Una mujer es necesaria aquí
desde la fábula que cuentan mis días
tan apegados a la noche en vigía,
mientras escribo tratando de no desistir
de esa lugar mal llamado utopía.

No me importa morir
quizás es lo que me admire la gente,
y de verdad no me importa
pero pretendo para ello tus brazos
tus labios tan llenos de besos
y la cruda verdad saliendo de tu boca.

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