Un reloj a lo lejos se apaga
siendo que no es el nuestro,
y la mirada nos empaña
entre ausencias y lágrimas
entre tonos negros y grises.
Existe tras las paredes un dios
sin dogmas inciviles,
una estrella a lo lejos
que no desprende carmines
ni destellos atentos;
es el mar que nos consume
desde dentro.
Pero sonríe, sin más
que aún nos queda la vida
y los sueños insurrectos,
los tragos a media copa
dispuestos cuando quizás
estamos más sedientos,
los días de lluvia en un café
que encapsula la charla y los sueños;
la penosa gloria de andar
a media luz despiertos.
3 comentarios:
Hay algo, de principio a fin, en este texto, que invita a sonreír tímidamente, por lo menos, es lo que me ha pasado a mí.
Suena a esperanza.
:)
Un abrazo.
siempre queda...
¿pero el qué?
Un abrazo, para ti, para ella
Dile que sonría, nada termina donde parece asomar el fin.
Un beso
Ío
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