diciembre 07, 2009

La Hoguera (Inspirado en Javier Krahe)

Aquella verdad, la conocí en tus ojos, en tus negras pupilas abordadas por el miedo y que no hacían sino, proyectar mi propia imagen en ellas.
Con las manos atadas a un viejo y tosco madero reías, sin perder a caso una pica de aquella, extraña dignidad. Y ahí te hallabas, sumisa, pensando al cabo en aquel Dios que siempre negaste y en los sueños que por la misma vida, jamás alcanzaste. Y te reías de ti, de tu figura enfrascada entre lo gitano, lo místico y lo inevitablemente pagano; del opaco espejo que mis ojos te prodigaban.
"Mira tus manos, de garras pulcras y afiladas, ya por la presión de la soga vilmente amoratadas"
"Mira tus labios resecos, esperando ese elixir divino y que algunos llaman vino negro; que sólo los errados bebemos"
Un pueblo enardecido grita injurias, levanta el puño y mostrando esa tan característica impiedad, termina por encender sus antorchas. ¿Qué razón, habrán de darle a los leños secos, que bajo tus pies descansan? ¿Qué culpa habrá de tener Madre Natura, de crear mujeres, para el ojo incivil del hombre, impuras?
Un rosario de cuentas perladas, se divisa en la mano retorcida de una pobre viejecilla, que busca y rebusca el orden mismo de una oración monoteísta, mientras el vocerío, excitado, a la muchedumbre enardece.
¿Cómo salvarte, mujer de blancas alas, si no haces más que esconder el destello divino de tu aureola, debajo de tu vientre?
Y el olor del petróleo se regó, y de las antorchas la luz escapó...
La luz, convertida de pronto, en lenguas lascivas de fuego te extinguió, aunque nunca en esencia, la verdad.

1 comentario:

AOG dijo...

La figura romántica de la gitana siempre acompaña la literatura. Curiosamente, nunca una gitana se benefició de ello.