diciembre 12, 2009

Fragmento Autobiográfico #3

A veces me empecino
en hablar en tono gris,
en negar la vida (ésta)
como fatídico desliz,
en mirar la sonrisa
en lontananza,
sin someterla antes
a la verdad y su balanza.
Soy un viejo
con cara de niño,
un tunante de la noche,
merodeador, un pillo;
un autocondenado
a la hoguera incivil,
a la guillotina
(que más da),
por hacerme feliz.
Frecuentemente me encapsulo,
quemando en mis labios tabaco
después del tedio, ya sin disfraz
y una vez terminado el trabajo;
ese trabajo que me da,
para al menos sobrevivir
(no de éste, el nocturno,
que me lleva a malvivir).
¿Será que me he acostumbrado
a sortear la mierda en cada paso?
Me consuela pues, la labor del escribano
que narra, y dice y siente
que de su frente, lima lo saliente.
El elixir también, de caña por ser cubano.
¡Menudo borracho, entonces soy,
que a donde quiera que voy
ha de acompañarme un trago de Ron!
Del amor yo no hablo, sin más;
por que él habla solo
y su lenguaje desconozco.
¿Será que no lo entiendo
por no beber aguarrás?
El amor es un sadismo,
una crueldad refinada;
lo más cercano al abismo,
aquella gloria maquillada.
¿Será que el vicio, ha malogrado mi entender
y mi salud, mis propias ganas maniatado,
desde el mismo, absurdo ser?
No lo he de saber,
y mucho menos
(como ahora)
después de beber...

1 comentario:

Cyborgoo dijo...

El amor es un sadismo,
una crueldad refinada;
lo más cercano al abismo,
aquella gloria maquillada.

Gran gran fragmento... Quién lo ha de saber? Antes o después de beber?