febrero 07, 2011

III

Que tu pecho azaroso, me de incluso la razón
anhelante y de lo mundano desprendida,
que de su néctar -una basta miel comprendida-
arda una llama que me lleve a la incineración.

Vuelvo al lugar donde, entre las brisas y las trizas
mi pecho feliz, late y combate dolores
que al cabo y sin querer, volveran con las flores
entre el aroma de tinta, sin calma ni prisas.

Una utopía cruel, que a diario se me realiza
con letras por doquier y una melancolía
que no entiende de libertad ni del día a día,
y atrapada en humo y alcohol se agudiza.

Sépase que, con ahínco he buscado la manera
de perderme en el sopor de arbolados caminos,
a la orilla de un lago, de un oceano mezquino
que no lleve a mi verso a flotar con la madera.

No hay nada que hacer, uno no es capaz del destino
eligir a sus anchas, la vida sortea vicios
y tiempos, sus dificultades y beneficios
en espirales, en llantos, en ahogados trinos.

No me queda nada más, de aquel rapaz cínico
que fui, de aquel tunante de petulantes noches
cantando al alba, haciendo de la Luna derroche
por saberla mía, en su estado más lumínico.

¿Dónde he quedado, donde mi ironía ha sido
relegada a la desazón del embadurnado
presente, que convoca a un sentimiento enlutado
de corazones rotos y un vicio rendido?

Y no me encuentro; viviendo un lunes con resaca
a primera hora de la mañana, enardecido
por el sol que me levanta entre el frío crujido,
de ese deber que tan notoriamente me achaca.

1 comentario:

Elena dijo...

dolor de huesos
resaca de sesos