febrero 03, 2011

Dejé un poco de lado

Dejé un poco de lado el ron, su magnífica
caña que de gurú, me dio un semblante añejado
y me adentré entre el espeso licor anisado,
en la cerveza, buscando letra mirífica.

No he encontrado nada, ni resignación ni euforia
que me lleve de la mano al sendero deseado,
donde las Musas sean cordiales, sin rostro atado
a la pena de vagar solitarias sin gloria.

Aún no tengo red que distinga entre la alegría
del nuevo día y la caída irremediable
de la noche, que nunca resulta confortable
cuando el alma se encapsula en la melancolía.

Ahora mismo, estoy tirado en mi pequeña barca
afilando mi anzuelo, mientras recobro el sueño
que la Luna ausente, ha provisto de un raro ensueño
donde una feroz sombra poco a poco me abarca.

Mañana mismo, iré corriendo al supermercado
cuando despierte con estas ganas tan menguadas
haciendo estragos, en mi canasta estrangulada
a comprar -ya sea a crédito-, un amor enlatado.

No es por ti, por quien me encuentro tan sólo bebiendo
a oscuras, sin vela ni creciente apología
con etiqueta tirana; es sólo el muerto día
que me ha descubierto vacío y escribiendo.

1 comentario:

Elena dijo...

El ocaso es el momento más triste del día con diferencia. Y donde las musas más vuelan; más difíciles son de atrapar y más jugosas son.
Si encuentras amor enlatado, mándame una latita contrareemolso, anda.