junio 20, 2014

Ideas

Imagino entonces, las ideas
que en el silencio se pierden,
el destino final de la humareda,
el tic tac del reloj si enmudece
al encontrar la hora perfecta.

Miles de cigarrillos vueltos ceniza
reposan su osamenta en el cenicero
y luego callo, exclamo un ¡Ay!
y nace con sangre de mi, el verso
que sostiene mi alma del perchero.

Nada más conveniente para la idea
que el silencio copulando febril
con la nada hallada en el candor
cristalino del exilir de una botella.

Imagino un despertar sin resaca
de letras y charlas con amigos
que ya he olvidado, imagino nubes
de semblante distinto, tres luces
en lo alto y me abandono entonces
en la idea que te quedes conmigo.

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