junio 05, 2014

Acabo de llegar

Acabo de llegar y traigo la lengua
descalza de tanto andar, nocturno
y con la voz colgada por el cuello
del más fino de los nítidos hilos.

Acabo de llegar y el gusano es patria
en la utópica manzana que no cae
donde esperan hambrientas mis manos.

Sin embargo a lo lejos hay verdes
y los pajaros cantan enamorados
con su pico oxidado; hay también
un par de sueños y café por la mañana
servido caliente de boca a boca.

Y ahí mismo la vida vence a la muerte
y los pétalos alumbran ciudades
sin sol ni sudores en la frente.

Acabo de llegar y es este el mundo
de los que nada tienen sino el albor
y la maña de vivir al despertar
sin estandarte o alguna canción.

No tengo luz, no obstante las sombras
me toman noche a noche de la mano
y se guarecen en mi pecho gris
del rayo de la letra, de la mía voz
apagada y disidente de la cruz
de un dios que no me asombra.

Tengo un botón y una amapola
aguardando pacientes dentro
del féretro que aún nadie carga
y un par de versos azules y funestos
en los que doy pie al bramido
de los cirios y al aroma del copal
inundando este restos de vida
a lo poeta con sueños cenicientos.

Acabo de llegar y en las paredes
que te nombran llora blanca la cal
y este temor de espinas en los ojos
y putas infelices en las esquinas
me llevan deshecho dentro del mar
al que mi alma, le echó ya el cerrojo.

Acabo de llegar y son mi pecho
y mis manos, las que se caen a pedazos
cuando esta nada es la que amo.

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