febrero 27, 2010

Bienvenida

Y cumpliendo su promesa, volvió, así de pronto con la misma mirada y con los mismos harapos. Vino con sus uñas ennegrecidas, con los cabellos revueltos tan largos y también negros.
Era la misma, de vientre marchito y pechos palpitantes, la que poco a poco con su cantar acallaba las voces guturales, la que me vertía el vaso a media noche para mostrarme el fondo, la que entretenía mi pensar y entre el correr del reloj acrecentaba mi pesar.
Lo prometió una tarde de otoño, con ademanes enérgicos y lanzando contra mis huesos injurias y ese mirar despectivo. Sus ojos más radiantes que nunca, sus pasos rectos, firmes, su cadera haciendo pequeños círculos tras de sí, en completa y armoniosa cadencia.
Trae consigo el olor a maderas que siempre ha estado conmigo, en los labios el fino tabaco, sus ganas más temibles puestas sobre mí. Los labios entreabiertos, las pestañas oscuras y rizadas, los dedos largos, con el aire jugueteando. El sexo malgastado, los pies desparpajados, tierra en las rodillas. Aunque sus labios tan dulces, aunque sus labios...
Me ha mirado, tal cual como mis ojos sobre ella se han posado. Ha vuelto aquí, al viejo tejado, a las sombras y al polvo, al mendigo sin bocado, al principio, al venturoso vientre, a donde juro regresar alguna vez sabiendo, que nunca sería para siempre.

2 comentarios:

Cyborgoo dijo...

Te dije que regresaría un día, un día.

Mondragón de Malatesta dijo...

Yo también he regresado, de lugares que no tienen fondo, lugares que aveces no existen, he regresado, pero como sabe Usted, todos los gatos aprendimos a marcharnos otra vez...