enero 02, 2010

Cierta Historia sobre la Mesa

Sobre la mesa, mis manos, que con sus chasquidos de pronto rompen el silencio y el crujir de la madera. Mis sienes palpitando, con cierto ritmo, con cierta métrica, lenta y dulce a manera de vals, solo que rodeado por un ambiente, mucho más fúnebre. Mis pies, bajo las patas de la silla (¿qué diferencia puede haber, entre patas y pies?) se cruzan, un tanto indiferentes, apartados de sí mismos, sin ánimos, sin deseos, sin una razón aparente.
Sobre la mesa, ahora recargados mis antebrazos, y la madera parece crujir más. "Debe ser de pésima calidad" (me digo), aunque se que me engaño, no logró aminorar la carga que ahora recae sobre ella. "¡Cuanto pesa mi cuerpo, ahora que a solas me encuentro!" (otra vez me digo). La camisa se ha desabotonado y el frío entonces entra y se cuela hacia dentro. Ese frío que de pronto hace sudar y que convulsiona la mente y parece querer sacar al propio espíritu, desterrarlo, llevarlo a los confines del desamparo, allá, muy cerca del olvido.
Sobre la mesa, ya mi cabeza ahí tendida, mis antebrazos levantados, mis manos revolviendo mis cabellos. La madera hace un arco, aunque ya no cruje, o al menos ya no la escucho. Mis piernas han muerto, mi piel palidece, mi pensar se va alejando... El frío se atenúa, la Luna y el sol a lo lejos copulan. Ese extraño aro de luz, se acerca, cada vez más, me ciega, me absorbe, me quema...

2 comentarios:

Cyborgoo dijo...

Las patas son más estables que los pies.

Mondragón de Malatesta dijo...

Sobre la mesa... El asesinato es más dulce.

GatoPardo, quiero un par de ojos de gato.