de todo aquello de lo que importa
me gusta ser reina y peón
y algunas veces un alfil lacerante
o un caballo sin compota
y una simple torre sin corazón
pues no me gusta la ley
y jamás espero de ningún reino ser rey.
Lo que no me gusta es ser un jugador
en esta vida incivil
en la que la apuesta al nacer está perdida
desde un alumbramiento vil
que nos merma del todo el corazón
y nos deja una venia marchita.
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