en el fondo de un cenicero nauseabundo
repleto de colillas de cigarrillos muertos,
ha notado mi nariz ese hedor del fracaso
que solo emiten los voraces soñadores
si se les muere en las manos el pecho
y la sonrisa burlona y el mismo cinismo
una mañana cualquiera o una tarde gris
en la que siempre parece ser de noche
cual insomne lidiando consigo mismo
pidiéndole a dios al menos poder dormir
sin que el diablo al alba me estoque.
Me he mirado al espejo y es cierto
cuando me halla jodido y envejecido
entre sueños estériles y rancios
a pesar del amor tan febril que he dado
cuidando de podar de mí lo podrido
lo inhabitable y lo más enfermo.
Me he mirado también en el vaso
y mi alma ya no tiene ganas de beber
pero bebe y bebe por su ser
cuando lo que necesita es un abrazo.
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