Hoy por la tarde
vi mendigar a un chico
al que le faltaba un ojo,
y su piel era morena,
morena y fieramente recia,
y ahora le recuerdo
en este amanecer
rompiendo lontananzas en rojo.
Y yo que tengo ambos -me digo-
sin embargo también mendigo.
Pero a mí no llena
el tin-tin de una moneda
en el rotundo final, de una lata
que por mi estomago interceda;
no, mi no hambre no es de pan
sino de malvas quimeras.
Cantaba un a canción
-o la silbaba qué se yo-
mientras su limosneo agradecía;
sus ropas sucias,
su cara ennegrecida,
su causa incomprendida.
Y qué dura es la vida -pienso-
cuando negamos lo que vemos
y cerramos los ojos en primavera
para guardarla en el invierno.
Hoy por la tarde
vi mendigar a un chico
al que le faltaba un ojo,
y sin embargo
él no arrastraba en el alma
tanto rastrojo.
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