mayo 01, 2010

Necedad (Parte I)

Con la necedad a cuestas me recuesto en el diván de hojarasca, de la crujiente tempestad de ramas secas, de los días escarchados cuando aún no entra el verano. Medito, pienso, entre demonios rebusco. La resaca del mañana que ayer fungió en la inexistencia, a la cual induzco, dentro de la vorágine dorada del almíbar de la caña, ha de darme razón de incoherencia. La noche tan fresca, con sus vientos que levantan polvos grisáceos dentro de la burbuja, y en la piel, el sentimiento más vivo penetradas por mil agujas. Miro dentro del vaso, y la misma necedad me corroe, me corrompe, me incita como la piel de la Mujer justo bajo su escote, como la plaga que ha venido a ser el destino del hombre, como el lecho cruel y tirano sin conciencia de hecatombes. Y yo soy hombre, mejor dicho, un gato que ha de mutar con el alba, y no por ello he de renunciar a esa nocturna y pacífica calma, que escribe con tinta negra sus más profundas tonterías, cuidando en demasía la caligrafía y cuando sobrio, la ortografía. Pero los demonios esperan, y tal vez, ha sido demasiada espera para ellos ya...
Cuatro gotas de alquitran en la voz,
siete notas empapadas de alcohol,
campanadas en el fondo del mar,
carcajadas que me hicieron llorar...
"La canción de los (buenos) borrachos"
Joaquín Sabina Y Fito Paez.

1 comentario:

Cyborgoo dijo...

Esos vientos de madrugada que refrescan el cuarto y la mente. Escóndete de los rayos del sol, mejor gato que hombre.