desde sus dogmas y sus experiencias
desde su pecho y por ello a sabiendas
de liderar su propio y burdo cinismo.
Un solitario ve la soledad cual paisaje
la mira y calla y al final la disfruta
pues en su trayecto no paga peaje
y su ser es la única comestible fruta.
A un solitario
le da lo mismo triunfar en sociedad
que pudrirse en horfandad
debido a su pecho huraño.
Un solitario se prepara para el hambre,
para el frío y la lluvia, para sol de diario,
y se prepara para los ovillos de estambre
en el propio cuello como los gatos
nunca dudan de su talante
ni del precio por pagar por sus propios actos.
Un solitario bien sabe
que la felicidad no implica compañía
porque un solitario sabe
que todo el mundo precisa apologías.
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