Descanso en los atardeceres
de imágenes abyectas
rozando con la punta de los dedos
un funeral y dos albores lacerados
por la mancha en la pared
que me mira, mientras aparto
de mi vista la espesura del trago.
Uno, dos... miles de cigarrillos
y el después viene siendo
terriblemente lo mismo.
Descanso en los atardeceres
-más y de alguna manera mejor-
si duermo la siesta de las seis
sin cojer la pluma y el papel
cual si fuera su mejor postor.
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