Camina conmigo -me dijo-
y hubiera podido
hacer de su petición
un ensayo o un manso poema
acerca del destino incivil
que afanosamente se empeña
en ser despiadado e itinerante.
Ahora camino
de la mano de nadie
buscando fuego
y una mansa caricia
que repita la frase
y no precise de hasta luegos
que resulten eternos.
Dios es testigo
que amé por religión
tu forma de estar conmigo.
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