Quizás
he pasado demasiado tiempo
brincando del yo
al super yo e incitando
a la sombra entre ellas
a ser menos gris
y más venidera.
Freud, fue un imbécil
con razón de sobra
pero yo prefiero
la campana de Pablov
para salivar como perro
un plato de comida.
Aún y a pesar de los años
no he podido -ni podré, creo-
ser del todo domesticado.
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