Él me pregunta
desde su tibia inocencia:
¿Cómo estás?
-Con una terrible resaca
incomprendiendo la vida
mientras trato de enamorar
bellas muchachas
para escribir al menos
del amor o de cualquier cosa
que haga esta vida mía
y estos versos un poco bellos-.
Bien -tan sólo le digo-.
Y entonces me abraza.
Creo que lo intuye
y una lágrima por mi mejilla
escurre cada vez que pregunta
y no soy tan horrible
cuando mi pecho
y su pequeño se juntan.
*Para Axel.
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