Enciendo un cigarrillo
y entre mis manos
a la par de una copa
apagando las luces
mi noche comienza
y la habitación se llena de azules
flotando en el aire
y de algunas pequeñas cruces.
Ayer, abrazando un cipres
le pregunté por la gloria
y tan sólo se mantuvo callado.
Y yo, que aún tengo batería
en esta noche y en mis pies
comprendí perfectamente
que aquella gloria la desconocía.
Los poetas, inevitablemente
no están para más
sino para buscar
esa gloria llamada muerte.
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