En mi estúpido afán
de hacer inequívocas diferencias
y embriagado,
he escrito terriblemente
más de mil poemas
que no valen siquiera
un céntimo de la expectativa
que otrora puse en ellos, enmarcando mi vida a lo loco
y en tonalidades amarillas.
Ayer mi talante febril y enamorado
buscó en un pecho sublime
caridad en favor de mis alegatos
sujetos a un caballo de sus crines
y buscó más que un amor
un brote de mansos jardines
sin calaveras alentadas con ron
a escribir un par de versos malos.
Hoy ya no busco nada
sino quizás la grandeza
de una irremediablente muerte
empotrada en la ebriedad
y en un cúmulo de estrellas
cansadas de su mala suerte.
Sin embargo, cada vez
es más notoria la cercanía
de su boca a la mía
y de sus manos buscando
un tal vez o un todavía
entre la brava inmensidad
de lo que no debe ser.
Pero aún soy un imbécil
tratando de hacer diferencias
inequívocas vendidas en oferta
y tu eres demasiado joven
y para mí, preciosa y bella.
No te quiero querer
ni que siquiera me quieras
ni que un día gris te descubra
el pecho revuelto en mis poemas.
Quiero evitar lo inevitable.
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