La encontré
casi a la media noche
en una estación del subterráneo
quizás tendría
no lo sé, tres o cuatro años
y sonreía encantadora
mientras me marcaba
-con su pequeñísima mano-
que detuviera mi paso.
Me detuve y le sonreí
y ella, así de pequeña
me comprendió tan triste
y me dio su mano.
No todo esta jodido
si a los pájaros nocturnos
les dan de vez en cuando
una ración de sol y alpiste.
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