Sigues teniendo ese toque
de vaivén en la cadera
los labios finos y la boca
dispuesta al naufragio
en el que desde la borda
cierro los ojos y salto.
También arena en la piel
y un eterno claroscuro
cuando dices te quiero.
Ojalá esta fuera sano, Mujer
y no un terrible remedio
contra la soledad y su ronquera.
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