Los raros, incluso
necesitan confiar en alguien
y es la misma ausencia
quien repite cada noche
el cuento de su pecho cobarde.
Yo soy uno de ellos
y sin temor puedo decir
que embriagado escribo
que he fumado miles de cigarros
sintiéndome loco y a salvo
y que en tu recuerdo
crecen aún manzanos.
Tengo un par de tijeras
de jardinero y mis ganas
sonriendo en mis manos.
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