Tu gran virtud deriva de la simetría
total y absoluta, entre tus hombros
y la piel que recorren curva tu cadera
o tal vez en tus labios si frente a mí
los muerdes o la claridad de tus ojos
cuando me miran arder en mis calderas.
Puedes casarte conmigo
y saber del desencanto de la vida
mientras susurro en tu oído
un falso te amo y te beso los pies
con la bajeza de mi embriagado encanto.
Aunque lo más conveniente
si me lo permites decir
es hacerte un par de poemas
para que a toda prisa
te alejes de mí.
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