Hoy conocí en el vagón a un borracho
que hablaba de resurrección y otras cosas
que los borrachos hablan si les falta un trago
hasta que en la siguiente estación
subió una linda mujer y de mi se despidió
para abordarla; ella era muy bella.
Diez minutos después sin ruido se besaban
y sus repiraciones agitadas parecían
algo animal y algo sublimenente perverso.
Hay una hora de borrachos, un escuadrón
de la muerte predestinado a enamorar a las chicas
con sus estupideces, y yo no soy uno de ellos.
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