Sigue habitando el azul de mis noches
ese silencio cruel del verso entre copas
y el crujir del tabaco cuando febril arde
recostado en las paredes del cenicero.
No he cambiado mucho y sin embargo
el mundo a diario lo hace, como así mismo
los poetas se mueren de soledad y de hambre
cuando la belleza se reviste de bares de putas
y callejones a oscuras, de romántico cinismo
y de avenidas donde se esperan los amantes.
Por las mañanas soy otro y no soy más
que aquel que se disfraza y se perfuma
de esperanza, a pesar del barro en los pies
y esa voz caracolas que me pide callar
el silencio de la noche, siempre tan azul
como de lejos se deja ver el copioso mar.
No he cambiado mucho y sin embargo
la voz de la caracola me exige un cambio.
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