Conservo dos pañuelos y todavía
un talante para aquellas veces
en las que se me va de las manos el cielo
o simplemente, bebo de más y escarcho
con mi propia el sulfuroso infierno.
La vida no es fácil para nadie
y mucho menos sediento de ambrosías
en estos lares donde la gente
de la nada desaparece y los licores
son consumidos en estos terribles bares
donde les sirven un trago a los menores.
Esta noche, después de tu recuerdo
guardo sujeto a la ebriedad mi talante;
te regalo mi par de versados pañuelos.
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