Alicia viene aquí después de tantas noches
y sin estarlo, se bebe conmigo un trago;
viene a hablarme de la ausencia y de los labios
partidos por el frío, del afan del derroche
en la sonrisa que aún recuerdo y de la razón
que algunas veces se halla en los sabios.
Ella es la nitidez absoluta del rayo de sol
y voz febril acurrucada en la belleza
del pasar de los años, ella es la certeza
y el don del pasado con buenos ojos
en el que maullan terriblemente los gatos.
Alicia viene aquí y me frota con ungüento
las manos que tanto han sufrido el trajinar
y me refresca las ganas y el cansino verso,
los sueños de aquella vez mientras la mar
termina por adolecerme voraces sentimientos.
Y yo la tengo aquí, entre mi pecho y mi vaso
jugando a cortarse los rizos y arropando gatos
que en su memoria desisten del pardo por lo febril.
Para Alicee Olivares.
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