Bien,
tendré que empezar
por lo primero.
La justificación de mis actos
es algo más de allá
de mi propensión al vicio
al que me he anclado
por tantos años,
y sin embargo,
no me conlleva a soltar
de tajo el timón de mi barca
a pesar de los malos tiempos
y la alta probabilidad en mi vida
de chubascos con miras
a terminar en un romance
con el alegato.
Pero debo empezar
por lo primero,
como debe ser.
A medida que la vida
me otorgó la experiencia de los años
(buenos o malos), aprendí
a seguir mis instintos
siempre consultados antes de dormir
con todo aquello que dijeron
o escribieron alguna vez
esas grisáceas sombras
que he llamado sabios.
Y nunca ha sido tarea fácil
parafrasear una idea
en la que ya pesa en demasía
una lápida y las millones de visitas
que la hacen descansar
en una supuesta grandeza.
¡Ah, mis mentores,
mis poetas, mis cantores,
todos (casi todos, sólo es cuestión de tiempo)
muertos, viviendo su gloria a solas,
en silencio, con total franqueza!
No he de ser la estampa fiel del patán
que se dice poeta para hallar
un enjambre de muchachas
que se dejen embaucar ante mi letra,
aunque puedo hacerlo para crear
de mí un arma indestructible
que se dedique a quemarropa
a crear. Pero no, no lo soy;
no podría nunca. Alguna vez,
inmerso en las primeras cofradías
que las noches me brindaron
sin saber siquiera de la resaca
que queda después de copular
el sentimiento con el pensamiento,
cierto rayo de una arista de la luna
me dio directo al pecho,
y preferí ser franco
con relación a mis dogmas
a sabiendas de un futuro árido
y con maleza de desierto.
Y nunca antes, como ahora,
toqué con mano
propia la razón de mi deseo.
¡
Culpad a mis sabios, pasión mía, intocable!
Y de ahí mismo,
se me surgió en el alma
un big bang en pequeña escala,
del que nació el hombre que ahora soy
y la felinidad del gato que escribe
y no se sabe partidario
ni del poeta ni del escribano.
"Las musas, jamás se tocan".
Me dijo una vez un anciano
que recitaba su poesía
(¡Y vaya que era hermosa y sentida!)
en los vagones de un tren oscuro
a pesar de sus verdes,
que me conducen diariamente a casa.
Y me lo tragué, cómo el enfermo traga
a la hora exacta sus píldoras
y detona la poca fuerza que le queda
en hacer sus ejercicios por la mañana.
Y no he de mentir,
sigo tragando sus palabras,
a pesar de estas noches
en las que por orden de prioridad
te escribo y después me bebo
un cuarteto de tragos,
en estas noches en que mis dedos
se pigmentan de un amarillo tenue
y se impregnan de un para siempre
que esboza el tabaco.
Y tu, siendo una musa
que me abraza en su realidad
y algunas veces cuando nadie mira,
me besa, vienes siendo la brasa
que esta hoguera enciende
con su precariedad de leños,
que tanto precisan compartir su calor
con la humedad de tus labios.
Y no es que requiera
la espera de mis apologías
y del verdor de mis propios desiertos,
es que metida en el sin embargo
que acontecen mi pecho y mis letras
te quiero. Aunque de ello dudes
y me quieras querer sin tenerme.
Pero sabes, siempre busqué
por los pasillos a oscuras alguna pista
de la autenticidad de lo dicho,
sin encontrar jamás entre mi verso
un propio y letal estribillo,
que sin embargo fuera del todo mío.
que sin embargo fuera del todo mío.
Y sólo puedo escribir a mi favor
esta noche un te quiero
esperando una réplica fiel en tu boca,
en tus colores pastel,
en el sofisma que me llevo a vestir la piel
del Sísifo aquel.
Aunque Sísifo nunca se enfrentó
a al filo de tu pecho,
a tus labios, a tu forma de ser Mujer.
Ha de joderme
la contraposicion ambarina
de lo que pienso y lo que siento,
de los caudales en sequía que otrora fueron
de una ética personal insondables ríos
llegando a un certero océano.
Eso es un hecho,
tan real que pudiera compararse
con este frío en el que me encuentro
tiritando a solas con los retazos
de un latido otrora verde
y ahora deshecho.
Hace días di cuenta
de un centenar de poemas
que hablan de ti certeramente,
o en su timidez que es la mía,
te maquillan para no hacerte saber
que me dueles tanto
como mi alma se regocija
con la esperanza de saberte
entremetida entre el significado
de mi utópica ambrosía.
Y también ello me jode,
cuando recuerdo mis discursos memorables
de una ética y una moral
que yo mismo sabía que no pretendía.
Pero fuera de cualquier discurso moral
o la de este esbozo de patética retórica
en el que nada digo,
puedo subrayar que no en tu cuerpo
o en tu belleza, he encontrado
una razón para decirte que me encantas
y que en mi radiante sobriedad
tan sólo me me muero de ganas
de estar, a tu lado, y contigo.
de un latido otrora verde
y ahora deshecho.
Hace días di cuenta
de un centenar de poemas
que hablan de ti certeramente,
o en su timidez que es la mía,
te maquillan para no hacerte saber
que me dueles tanto
como mi alma se regocija
con la esperanza de saberte
entremetida entre el significado
de mi utópica ambrosía.
Y también ello me jode,
cuando recuerdo mis discursos memorables
de una ética y una moral
que yo mismo sabía que no pretendía.
Pero fuera de cualquier discurso moral
o la de este esbozo de patética retórica
en el que nada digo,
puedo subrayar que no en tu cuerpo
o en tu belleza, he encontrado
una razón para decirte que me encantas
y que en mi radiante sobriedad
tan sólo me me muero de ganas
de estar, a tu lado, y contigo.
2 comentarios:
Espero que te esten pensando..
y mucho!
Una simple linea llena de caricias para Ud Poeta.
Mis/l sonrisas!
Arya:
En la imposibilidad de pensar, se halla lo certero.
Un abrazo!!
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