Es fácil intuir mi latido cuando decrece
-hombro a hombro-, entre tanto trago
de aquel ron que me sabe a la muerte;
entre un sol quemante sol que no perece
después de calentar sus ruines estragos.
Nada he de reprocharle a esta vida mía
malgastada y terrible, dando sombríos tumbos
entre bares y botellas tristes y vacías
en lo insufrible y la ferocidad de mis rumbos.
Es fácil intuir el canto del gallo que despierta
al que tan sólo vive, en dichosa mortandad
entre la sombra perenne de la arena y su peña,
sin que nunca conozca el sabor del mar.
Es fácil hacerse a toda hora el idiota
que busca remendar el pecho y las tripas
que naciéronle del todo con la boca rota,
fácil es reconocerse con el gen que emancipa
el lodo del alma manteniendo el lustres de las botas.
Tu eres un canto aún en mi voz inconcebido,
un verso que no he escrito en el lienzo de tu espalda,
la devoción que me ha nacido debajo de tu falda,
una caricia entre manos y lengua de lo perdido.
Es fácil intuir mi latido cuando te quiero
como nadie y he de darte las armas
con las que sin remedio me muero,
por ti, si no te tengo sujeta a mi cama.
No hay comentarios:
Publicar un comentario