No tengo más,
mi noche eterna,
un te quiero gangrenado
atravesado en la garganta,
un fuego tenue, un abrazo,
un instante de grandeza
en el que muere grande mi tristeza,
mis manos en una bandeja,
un neceser que mis pecados
calla, el alma cual bocado
de los cuervos que me dejan
vivir al saber en ti mi cabeza.
Y en la blasfemia
de mis penosos santos
que alojaron mis infiernos,
extiendo un pagaré
y una hoja en blanco
para decir te necesito,
para sobrevivir al invierno.
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