En el vacío de las noches como ésta
me da por pensar en verdes cipreses,
en la copa de algún diestro manzano
que logró esbozar su fruto sin gusanos
o en la bala que no me pegué en aquel
distante otrora directamente en la testa.
Todo esto, bien lo sé, ha venido
de menos a más en números rojos
entre la ausencia y la acumulación
de la sangre bajo el erizado vientre,
en el después que me sabe a nunca
cuando el mundo sin más gira
y en el balcón asoma el gato de siempre.
Mi espalda padece de fieros dolores,
mi pecho, de saberte y no tenerte
entre esta letra convaleciente de ardores
en los que sólo tu boca me hace fuerte.
He de pensarte tanto y lo sabes,
como haz de saber del pedestal
de arena en el que planto mis pies
esperando un derrumbe y las aves
sobrevolando las ruinas de una verdad
que me ronda los pasos siempre fiel,
y el cantar de la caracola que hace mutis
y en la que sopla en mar tentando mi piel
a hacerte mía, del todo mía, Mujer.
En este vacío, en esta noche, en este verso
que significa la cofradía de un par de tragos
he venido a sellar esta letra con un beso
que se mantiene insomne y parcialmente
embriagado para comparecer como testigo,
cuando al menos pretendo, caminar contigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario