En las entrañas de la noche
una espiral que huele a ron
es quien me lleva del brazo
donde se extingue la piedad
y comienza certero el lenguaje.
Ya luego empieza a arder
por doquier el fiero tabaco
los recuerdos ensimismados
y la falta incivil de una mujer.
Suelo beber del mismo vaso
y terminar
dando tumbos por el suelo.
No es nada grave -me repito-
simplemente ten las garras afiladas.
Y eso
es siempre lo que hago
en los andares
en los que se proclama
reina la muerte.
Ya vendrá el mañana y la resaca
el análisis de lo que he escrito
y el saber si salí del todo vivo
de mi verso, de la botella de ron
del cigarrillo y de su espesa tos
y de las entrañas de la noche.
Tan sólo quería decir
que te extraño
pero ha salido esto
¡Qué diablos!
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