Un cadaver circula por la avenida
donde los álamos envuelven
la tarde y entre ellos refulgen al sol
decenas de caras amarillas.
Algo de alegre tiene la muerte
cuando se sabe de imposibilidades
y de procesiones de pacotilla.
Todo el mundo guarda
un espeso y atormentante luto
y nadie llora por saberse sin alma.
Yo tampoco.
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